12/04/2022
Entre la vida y la muerte es un nuevo film que se suma a la larga lista de romances juveniles trágicos que ya hace algunos años parecen ser la fórmula más elegida para contar el amor durante la adolescencia. Entre las ramas del subgénero que incluye enfermedades terminales y depresión entre sus causas preferidas para desatar las lágrimas y esquivar al final feliz, una que se destaca por repetida es la del amor más allá de la muerte causada por un accidente. En este caso, la historia de Tessa, una joven con talento en la fotografía y algunos traumas que la hicieron ser una persona desconfiada en el amor, y Skylar, el chico atlético y sensible que se enamora perdidamente de ella, empieza por el final.
En un accidente automovilístico que ocurre fuera de cuadro, Skyler muere y Tessa sobrevive aunque queda con el corazón roto. Literalmente. Aunque suene demasiado cursi para ser cierto, ese es el punto de partida de la película: una joven con el corazón doblemente roto que siente que su amor trascendió a la muerte y es posible establecer contacto con su amado. Con un guion que parece escrito por una inteligencia artificial diseñada para satisfacer todas las necesidades del algoritmo, Entre la vida y la muerte cumple al menos con ese objetivo.
Tessa, el amor nunca muere, le dice Skylar a su amada en uno de los tantos flashbacks que la trama utiliza para contar el romance de los protagonistas. Pero la obviedad no es patrimonio exclusivo del muchacho. Mel (John Ortiz), padre adoptivo de Tessa, mientras ella todavía está haciendo el duelo por su novio muerto, le grita que es una inconstante igual que la madre que la abandonó, con una carga de crueldad que la película ni siquiera se ocupa de resaltar; la protagonista se recupera de la operación de corazón de la que casi no sobrevive y casualmente comparte enfermera con una experta en comunicación entre los vivos y los muertos y, para coronar la falta de sutileza de la narración, la canción que marca el amor entre los trágicos enamorados es Never Tear Us Apart. Si, el himno romántico de INXS, editado en 1987, se repite una y otra vez en este cuento de amor y pérdida para la generación Z. La asincronía se explica fácil y sin temor al ridículo: Tessa y Skylar, son chicos analógicos, prefieren escuchar viejos cassettes en el auto antes que sacarse selfies, y ver el film francés Betty Blue y bailar un vals antes que hacer coreografías en Tik Tok.
¡Mira el tráiler acá!
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